lunes, 29 de agosto de 2016

LA ATOMIZACIÓN DE ESPAÑA, A UN PASO DE LA HECATOMBE

Lo único que veo es el gran desconocimiento de la realidad histórica de España, y que las realidades territoriales de España (que se muestran en muchas escuelas, mapas, libros en autonomías dominadas por los políticos nacionalistas) se basan en conceptos o mapas territoriales ahistóricos, acientíficos, que poco tienen que ver con el pasado y mucho con ideologías y mitos que invocan el espíritu del pueblo o ‘’volkgeist’’inventado por el nacionalismo alemán decimonónico, que derivó en lo que derivó.  En el caso de los nacionalismos o más bien los separatismos de España basan la distinción étnica e ideológica en la lengua. Pero hay algo peor aún, que se están construyendo realidades políticas a la fuerza no teniendo nada en cuenta la realidad de la calle, más allá de las impresiones subjetivas de cada uno.

Se están creando realidades territoriales a base de un nacionalismo lingüístico, en el que la lengua-el único rasgo distinguible de diferencia-se convierte en el motor de ideologización de unas sociedades a merced de los intereses espurios de los separatismos de las regiones periféricas de España. El caso más preclaro y más extremo  es el catalán, seguido del vasco; sin embargo el caso  gallego va a la zaga. Ahora, tenemos que otros casos que están estallando: valenciano, balear y navarro, que empiezan a encaminarse a la misma dirección que los demás debido a la expansión de los separatismos pancatalanistas y panvasquistas, que han llegado al poder con el apoyo de una izquierda local que ha asumido todos los postulados ideológicos  de los que deberían ser sus rivales ideológicos, y que se ha mimetizado con esos separatismos, hasta tal punto de hacerlos indistinguibles unos de otros, ya que plantean los mismos supuestos: derecho a decidir (eufemismo de independencia para constituir un estado), normalización o inmersión lingüística (eufemismos para indicar la sustitución del castellano como lengua vehicular por la otra lengua y el uso del idioma como vehiculo inoculador de ideología política separatista y elemento identitario diferenciador con respecto al vecino );  y la arrogación de la legitimidad democrática (se han arrogado una legitimidad democrática de forma falsaria mediante la manipulación propagandística,  cuando los modelos sociales que plantean estos nacionalismos-aunque muchos se denominen de izquierdas- se parecen bastante al fascismo; además muestran un autoritarismo y un nivel de exclusión ideológica muy fuertes, convirtiendo en enemigo del pueblo, que ellos propugnan, a todo aquel que refuta sus tesis o piensa diferente a ellos.

Cínicamente y paradójicamente,  calumnian a los oponentes que defienden la unidad de España con la acusación descaradamente falsa de franquismo, cuando muchos de estos movimientos o  colaboraron con dicho régimen o estuvieron ausentes de la resistencia franquista. Hemos de  mencionar que  cuando estuvieron ahí fue para poner bombas, asesinar, secuestrar y asaltar bancos y polvorines de armas, luchando con ideas totalitarias para y por su propia causa ajenos a la lucha de la libertad de los demás, como fue el caso de la infame banda terrorista ETA,  jaleada, además estúpidamente e ignorantemente, por la resistencia franquista en aquella época).

Vivimos una paradoja en la España democrática. Cuando se ha construido una idea de carácter integradora, plural y abierta de  España, vemos cómo se desarrollan y se expanden ideologías excluyentes y autoritarias disfrazadas de falsa apariencia democrática y escasa legitimidad (dirigidos desde el poder político de aquellos gobiernos autonómicos capitaneados por los separatismos) por el país. La España de las autonomías se ha convertido en el semillero de disgregación del país debido a la falta de simetría entre autonomías (es decir que no todas tienen las mismas competencias), la cesión permanente de los partidos constitucionalistas a los separatistas por conseguir la presidencia del gobierno en Madrid, y la falta de acotación  de competencias entre cuáles quedan para el gobierno central y las autonomías.

Este punto se ha convertido en los últimos años en un mercadeo constante entre los partidos constitucionales que apoyan el sistema y los separatistas. Los políticos constitucionales, en general, han sido unos completos ignorantes del significado de lo que es España y han renunciado a una visión global de España como estado-nación,  y han asumido los supuestos de esos separatismos en el plano ideológico; de ese modo han aceptado que España se reduzca a las autonomías de habla castellana que surgen de la matriz de la corona de Castilla, y han renunciado al mismo tiempo a la idea de una España plural culturalmente y lingüísticamente,  e igualitaria en el campo cívico-político de derechos y obligaciones , en especial la izquierda atomizada en grupos regionales. Esto ha llevado a que los políticos que aspiran a la presidencia del gobierno central a mercadear con las competencias administrativas y políticas, sacrificando la igualdad entre españoles en materia de leyes, servicios de la administración y otras muchas cosas más profundas, y han ignorado adrede que la igualdad entre ciudadanos debe estar por encima de ninguna diferencia y que ningún grupo o territorio debe tener privilegios sobre los demás, por mucho que se busquen justificaciones o excusas  fundadas en la lengua o en pretendidos derechos históricos, generalmente falseados o exagerados.  En pos del poder políticos de una estado central cada vez más disminuido, han ido vendiendo y desarticulando el estado federal simétrico (si alguna vez lo hubo), llamado de forma eufemística ‘’estado de las autonomías’’ durante la transición para evitarse problemas con los militares de aquella época de salida de una dictadura personalista y militar.

La falta de separación de los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo), que se muestra en que el poder ejecutivo (lo elige un parlamento, en el que condicionan los separatistas su elección, favoreciendo un mercadeo político indignante e ilegítimo, que nos ahorraríamos con la elección de un presidente vía unas elecciones presidenciales directas para elegir el poder ejecutivo), el control del ejecutivo sobre el poder judicial, el hurto de las funciones del poder legislativo por parte del ejecutivo a través de reales decretos,  se han reproducido de forma mimética en los gobiernos autonómicos tan poderosos que han logrado dos cosas fundamentalmente gracias a este inusitado poder: 1) Ha condicionado y controlado el poder del gobierno central, torpedeando cualquier intento de harmonización nacional, reequilibrio estructural, o un de tipo de política sensata a nivel nacional coherente 2)  Ha consolidado  unas oligarquías de poder total en las autonomías, que han hecho lo posible para legitimar su posición privilegiada y de poder mediante la potenciación exagerada de cualquier elemento mínimamente diferenciador de cualquier tipo:  lingüístico, histórico, identitario, geográfico, institucional, del tipo que se sea;  y si no lo había se inventaba, se distorsionaba o se revivía si éste estaba extinto o semi-extinto. De ahí no extraña, que hayan surgido más movimientos  nacionalistas disgregadores derivados de un regionalismo exacerbado, y que están empezando a despuntar con mayor o menor fuerza como el asturiano, el aragonés, el canario o el andaluz, habiendo los tres últimos tenido representantes en parlamentos autonómicos y en el nacional en varias ocasiones.

Estos desequilibrios del sistema, generados por una mezcla de caciquismo, sectarismo, deseo inagotable de monopolizar el poder, necesidad de compensar las redes clientelares,  chalaneo, y fanatismo (por parte de los separatismos catalán y vasco principalmente) no parece que se les otorgue la suficiente importancia; y se atisba en el horizonte que evolucionará del enquistamiento a un infección septicémica de todo el país y el sistema. En vez de potenciar por parte de los partidos constitucionalistas, un constitucionalismo federal igualitario y unitario desde el estado de las autonomías, dejando un poder central fuerte, mediador y reequilibrador; se ha preferido vaciar de contenido todo aquello que pudiera suponer unidad desde lo más pequeño a lo grande; pues la propaganda del separatismo lo ha denunciado de forma calumniadora como centralismo; haciendo una equiparación y una asociación insostenible, injustificada, ilegitima y mentirosa entre el centralismo y el franquismo; identificando una política recentralizadora, reequilibradora o justamente redistributiva como algo necesariamente malo, como si la descentralización excesiva y disgregadora en la que España está sumida fuese buena, cosa que se ha demostrada falsa; pues  al acrecentamiento de las desigualdades entre autonomías ha desmentido que una descentralización caótica, desordenada, asimétrica, desigual, y con privilegios de unos sobre otros haya sido beneficiosa para toda la ciudadanía española por igual. A ver, serlo lo ha sido para los movimientos separatistas, que salen beneficiados, porque cada espacio de poder que conquisten, es un paso más para la consecución de sus objetivos de constituir un estado-nación independiente; independientemente que hayan gestionado bien o mal esas competencias y dándoles igual que pueda ser perjudicial o no para la ciudadanía de esa pretendida nación suya.

Para más INRI,  el sistema de circunscripción provincial electoral tiene el inconveniente de sobrerepresentar al separatismo en todas sus formas, y la solución que se le quiere dar a esto, paradójicamente va en la línea de fortalecer esta situación actual, mediante infrarepresentar a las provincias del interior rural mediante el apuntalamiento de las provincias urbanas más pobladas, solo para que la izquierda revolucionaria pro-confederal anti-monárquica y el separatismo saquen más provecho por su mayor implantación en las provincias urbanas más pobladas. Ciertamente, que han surgido partidos políticos con el deseo de mayor unidad e igualdad  a nivel nacional español, pero en los últimos tiempos se han demostrado insuficientes para evitar la dependencia de los dos grandes partidos de los separatismos, ya que las ansias de poder y la necesidad de pagar favores prestados lleva a los partidos principales a ceder lo que sea para comprarles a los separatistas el voto o la abstención para alcanzar la presidencia, y formar  un gobierno. En la transición, se desechó la posibilidad de hacer unas elecciones presidenciales porque se desconfiaba del pueblo, amén de que había que repartir el pastel con los partidos de izquierda y los separatistas para asegurarse su apoyo a la monarquía y la nueva arquitectura política en el nuevo régimen surgido en la Transición. Y esto nos ha llevado a la situación de ingobernabilidad actual. Además, esa debilidad del poder central causada por el sectarismo y el egoísmo para monopolizar el poder cuanto más tiempo mejor, ha llevado a España a un impasse, del que no sabemos cómo se saldrá por falta de decisión, tacticismo político,  y  falta de previsión.

Ese descuido de sus obligaciones por parte del poder central,  y el dejarles a los separatistas el control total de lo que se ha convertido en sus cotos privados, ha llevado a que el separatismo y su ideología sea el discurso imperante y dominante en territorios como Cataluña y País Vasco, y además ver como se expanden en Navarra, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares. No son los únicos territorios, porque vemos cómo el nacionalismo ha tenido éxito en convertir en dominante su discurso en Galicia y Canarias, incluso que los partidos constitucionales hayan aceptado esos supuestos ideológicos también; ayudando a la vez que se consolide semejante discurso. Y esto no para en esos lugares, ese discurso se empieza a extender a lugares como Aragón, Andalucía y Asturias.  Lo peor de todo, es que en vez de adoptar un discurso igualitario, racional, sensato, redistributivo, integrador  y plural, avanzamos hacia todo lo contrario.

Ahora se ha puesto de moda las palabras ‘’federalismo o federación’’, obviando que España es un estado federal o al menos funciona en la práctica como tal con grandes desequilibrios y diferencias entre territorios, un modelo bastante desperfecto y defectuoso debido a los desequilibrios creados por la presión política del separatismo; lo cual es un federalismo que camina hacia la asimetría, la diferencia y por lo tanto a la consolidación de situaciones de monopolio ideológico y de poder del separatismo en aquellas autonomías donde gobierna; consentido por un poder central que no le queda más remedio que ceder al chantaje separatista para mantenerse en el gobierno central. Se quiere, especialmente por parte de los partidos de izquierda, caminar hacia un modelos más desigual, lo que se llama ‘’federalismo asimétrico’’, lo cual es un eufemismo para ocultar el modelo al que caminamos realmente de forma gradual que es el de una confederación de naciones, volviendo a un modelo del pasado, el del antiguo régimen en la época de los Austrias. Es decir que cada autonomía se convierta en un estado-nación  plenamente soberano y con derecho de autodeterminación; toda una contradicción y un falseamiento del concepto del federalismo, en el que hay una separación clara de competencia entre los estados federales y el poder central, y en el que los estados son iguales en competencias; además hay un poder central fuerte que tiene el papel de la dirección y el papel mediador; esto se resume en el lema estadounidense en latín ‘’pluribus unum’’,  muchos en uno; porque el federalismo tiene como objetivo garantizar la unidad y la igualdad dentro de la diversidad; algo que no quieren los separatistas, porque federación significa unidad, y esto es algo que los separatistas no quieren de ninguna manera. Por esta razón falsean el significado de la palabra ''federal'' , y la confunden con la palabra ''confederal''.  

Nadie parece darse cuenta (respecto al eufemismo ‘’estado federal asimétrico’’,  termino que oculta la realidad de una confederación de naciones soberanas’’) que éste sería el final de España como estado-nación, pero también el final de algo que ha costado construir a lo largo de la historia: el estado español entendido como conjunto de servicios y de garantías de derechos y protección. Los únicos que se han dado cuenta de esto son los separatistas, que es lo que quieren, la atomización de España para conseguir construir su estado-nación y no tener un vecino fuerte y más o menos grande, que pudiera condicionales o causarles algún tipo de dependencia económica o política, en el caso que la mayor parte de España permaneciera unida a pesar de una escisión. Su objetivo final es la disolución de España como ''estado-nación'' y atomizarla en ''microestados-nación''. 

Los defensores de este modelo lo venden como una forma de corregir los fallos del modelo actual y el frenar el separatismo rampante en Cataluña por el proceso independentista que se da en ese territorio.  Ambas aseveraciones son manifiestamente falsas. Precisamente, una mayor descentralización, y sobretodo en las actuales condiciones, desembocaría en una mayor disgregación, y aumentaría los problemas, pues las autonomías se han constituido en una suerte de miniestados que defienden solo sus intereses, y es difícil que se pongan de acuerdo en materias diversas, especialmente las económicas. Vaciar de contenido o acabar con un poder central mediador y reequilibrador solo traería más diferencias, desigualdades, disfuncionalidades,  y más problemas a la ciudadanía; sólo le sería útil a los separatismos en su camino hacia la desunión, disgregación, atomización y separación de España. Quien saldría beneficiado a parte de los separatistas, que pretenden volar España en pedazos, sería unas oligarquías políticas regionales (de cualquier ideología), que han convertido a cada autonomía en unos miniestados, que son una especie de cotos privados, donde el dinero cae en un saco con un agujero negro bien grande,  y que ningún poder del estado central audita o controla, debido a las limitaciones antes  referidas; amén de unas unas bolsas de corrupción escandalosas,  que gracias a la prensa han salido a la luz en los últimos años en varias  autonomías, por ejemplo y por citar los casos más conocidos recientemente, podemos citar a la Comunidad Valenciana, Madrid,  Andalucía, las Islas Baleares o Cataluña. Habría una mayor opacidad, porque uno de los frentes de batalla por parte del separatismo, y de aquellos quienes ostentan el poder autonómico es conseguir el control de la Justicia. 

La otra mentira es frenar el separatismo, lo cual no es cierto, ya que el que se quiere ir, se quiere ir. Los separatismos tienen el objetivo para el que nacieron impregnar a la sociedad con su ideología para que sea mayoritaria, y que ésta mayoría conduzca a un proceso de secesión como se está viendo en Cataluña. Crear un sistema territorial ex profeso para contentar  y contener a un separatismo incontenible  como pretende la izquierda (también deseosa y necesitada de un aliado para conquistar el poder), es un acto de ceguera política,  y una chapucería cortoplacista sin ninguna visión de futuro y con una visión sesgada del conjunto. Es abordar el problema desde una óptica errónea, porque no puedes construir un sistema que pretenda contentar a una minoría localizada que se quiere separar, por muy numerosa que sea en ese lugar, perjudicando a la inmensa mayoría. Es llevar a España al abismo, en vez de a la luz de la salida del túnel. Es cometer errores peores de los que se cometieron en la transición, no arreglando esos errores, sino agrandándolos.

La solución pasa por la unidad, la igualdad, la redistribución, los mismos privilegios para todos o para ninguno, sin embargo, esto no está en las agendas políticas actuales, mientras las oligarquías autonómicas tengan el mango de la sartén del sistema política, y la izquierda constitucionalista no cree un discurso unitario, coherente, sensato a favor de la  unidad de España y la idea misma de España como nación.  Por desgracia, ese es el camino al que España se dirige, a despeñarse en el abismo. Ojala, esto no termine así y se ponga un remedio a esta situación tan desdichada. La única solución es que los que queremos una España unida, igualitaria, plural, cosmopolita, solidaria, positiva, realmente democrático, y en concordia, actuemos, presionemos, y concienciemos de la importancia de un país unido.