Lo único que veo es el gran desconocimiento de la realidad
histórica de España, y que las realidades territoriales de España (que se muestran en muchas escuelas, mapas, libros en autonomías dominadas por los políticos nacionalistas) se basan en
conceptos o mapas territoriales ahistóricos, acientíficos, que poco tienen que
ver con el pasado y mucho con ideologías y mitos que invocan el espíritu del
pueblo o ‘’volkgeist’’inventado por el nacionalismo alemán decimonónico, que
derivó en lo que derivó. En el caso de
los nacionalismos o más bien los separatismos de España basan la distinción
étnica e ideológica en la lengua. Pero hay algo peor aún, que se están
construyendo realidades políticas a la fuerza no teniendo nada en cuenta la
realidad de la calle, más allá de las impresiones subjetivas de cada uno.
Se están creando realidades territoriales a base de un
nacionalismo lingüístico, en el que la lengua-el único rasgo distinguible de
diferencia-se convierte en el motor de ideologización de unas sociedades a merced
de los intereses espurios de los separatismos de las regiones periféricas de
España. El caso más preclaro y más extremo
es el catalán, seguido del vasco; sin embargo el caso gallego va a la zaga. Ahora, tenemos que otros
casos que están estallando: valenciano, balear y navarro, que empiezan a
encaminarse a la misma dirección que los demás debido a la expansión de los
separatismos pancatalanistas y panvasquistas, que han llegado al poder con el
apoyo de una izquierda local que ha asumido todos los postulados ideológicos de los que deberían ser sus rivales ideológicos,
y que se ha mimetizado con esos separatismos, hasta tal punto de hacerlos
indistinguibles unos de otros, ya que plantean los mismos supuestos: derecho a
decidir (eufemismo de independencia para constituir un estado), normalización o
inmersión lingüística (eufemismos para indicar la sustitución del castellano
como lengua vehicular por la otra lengua y el uso del idioma como vehiculo
inoculador de ideología política separatista y elemento identitario diferenciador
con respecto al vecino ); y la arrogación
de la legitimidad democrática (se han arrogado una legitimidad democrática de
forma falsaria mediante la manipulación propagandística, cuando los modelos sociales que plantean
estos nacionalismos-aunque muchos se denominen de izquierdas- se parecen
bastante al fascismo; además muestran un autoritarismo y un nivel de exclusión
ideológica muy fuertes, convirtiendo en enemigo del pueblo, que ellos propugnan,
a todo aquel que refuta sus tesis o piensa diferente a ellos.
Cínicamente y paradójicamente, calumnian a los oponentes que defienden la
unidad de España con la acusación descaradamente falsa de franquismo, cuando
muchos de estos movimientos o
colaboraron con dicho régimen o estuvieron ausentes de la resistencia
franquista. Hemos de mencionar que cuando estuvieron ahí fue para poner bombas,
asesinar, secuestrar y asaltar bancos y polvorines de armas, luchando con ideas
totalitarias para y por su propia causa ajenos a la lucha de la libertad de los
demás, como fue el caso de la infame banda terrorista ETA, jaleada, además estúpidamente e ignorantemente,
por la resistencia franquista en aquella época).
Vivimos una paradoja en la España democrática. Cuando se ha construido una
idea de carácter integradora, plural y abierta de España, vemos cómo se desarrollan y se expanden
ideologías excluyentes y autoritarias disfrazadas de falsa apariencia
democrática y escasa legitimidad (dirigidos desde el poder político de aquellos
gobiernos autonómicos capitaneados por los separatismos) por el país. La España de las autonomías se
ha convertido en el semillero de disgregación del país debido a la falta de
simetría entre autonomías (es decir que no todas tienen las mismas
competencias), la cesión permanente de los partidos constitucionalistas a los
separatistas por conseguir la presidencia del gobierno en Madrid, y la falta de
acotación de competencias entre cuáles
quedan para el gobierno central y las autonomías.
Este punto se ha convertido en los últimos años en un
mercadeo constante entre los partidos constitucionales que apoyan el sistema y
los separatistas. Los políticos constitucionales, en general, han sido unos
completos ignorantes del significado de lo que es España y han renunciado a una
visión global de España como estado-nación,
y han asumido los supuestos de esos separatismos en el plano ideológico;
de ese modo han aceptado que España se reduzca a las autonomías de habla
castellana que surgen de la matriz de la corona de Castilla, y han renunciado
al mismo tiempo a la idea de una España plural culturalmente y lingüísticamente,
e igualitaria en el campo
cívico-político de derechos y obligaciones , en especial la izquierda atomizada
en grupos regionales. Esto ha llevado a que los políticos que aspiran a la
presidencia del gobierno central a mercadear con las competencias administrativas
y políticas, sacrificando la igualdad entre españoles en materia de leyes,
servicios de la administración y otras muchas cosas más profundas, y han
ignorado adrede que la igualdad entre ciudadanos debe estar por encima de
ninguna diferencia y que ningún grupo o territorio debe tener privilegios sobre
los demás, por mucho que se busquen justificaciones o excusas fundadas en la lengua o en pretendidos
derechos históricos, generalmente falseados o exagerados. En pos del poder políticos de una estado
central cada vez más disminuido, han ido vendiendo y desarticulando el estado
federal simétrico (si alguna vez lo hubo), llamado de forma eufemística
‘’estado de las autonomías’’ durante la transición para evitarse problemas con
los militares de aquella época de salida de una dictadura personalista y
militar.
La falta de separación de los tres poderes (legislativo,
judicial y ejecutivo), que se muestra en que el poder ejecutivo (lo elige un
parlamento, en el que condicionan los separatistas su elección, favoreciendo un
mercadeo político indignante e ilegítimo, que nos ahorraríamos con la elección
de un presidente vía unas elecciones presidenciales directas para elegir el
poder ejecutivo), el control del ejecutivo sobre el poder judicial, el hurto de
las funciones del poder legislativo por parte del ejecutivo a través de reales
decretos, se han reproducido de forma
mimética en los gobiernos autonómicos tan poderosos que han logrado dos cosas
fundamentalmente gracias a este inusitado poder: 1) Ha condicionado y controlado
el poder del gobierno central, torpedeando cualquier intento de harmonización
nacional, reequilibrio estructural, o un de tipo de política sensata a nivel
nacional coherente 2) Ha consolidado unas oligarquías de poder total en las autonomías,
que han hecho lo posible para legitimar su posición privilegiada y de poder
mediante la potenciación exagerada de cualquier elemento mínimamente
diferenciador de cualquier tipo: lingüístico, histórico, identitario,
geográfico, institucional, del tipo que se sea;
y si no lo había se inventaba, se distorsionaba o se revivía si éste
estaba extinto o semi-extinto. De ahí no extraña, que hayan surgido más
movimientos nacionalistas disgregadores
derivados de un regionalismo exacerbado, y que están empezando a despuntar con
mayor o menor fuerza como el asturiano, el aragonés, el canario o el andaluz,
habiendo los tres últimos tenido representantes en parlamentos autonómicos y en
el nacional en varias ocasiones.
Estos desequilibrios del sistema, generados por una mezcla
de caciquismo, sectarismo, deseo inagotable de monopolizar el poder, necesidad
de compensar las redes clientelares,
chalaneo, y fanatismo (por parte de los separatismos catalán y vasco
principalmente) no parece que se les otorgue la suficiente importancia; y se
atisba en el horizonte que evolucionará del enquistamiento a un infección
septicémica de todo el país y el sistema. En vez de potenciar por parte de los
partidos constitucionalistas, un constitucionalismo federal igualitario y
unitario desde el estado de las autonomías, dejando un poder central fuerte,
mediador y reequilibrador; se ha preferido vaciar de contenido todo aquello que
pudiera suponer unidad desde lo más pequeño a lo grande; pues la propaganda del
separatismo lo ha denunciado de forma calumniadora como centralismo; haciendo
una equiparación y una asociación insostenible, injustificada, ilegitima y
mentirosa entre el centralismo y el franquismo; identificando una política
recentralizadora, reequilibradora o justamente redistributiva como algo
necesariamente malo, como si la descentralización excesiva y disgregadora en la
que España está sumida fuese buena, cosa que se ha demostrada falsa; pues al acrecentamiento de las desigualdades entre
autonomías ha desmentido que una descentralización caótica, desordenada,
asimétrica, desigual, y con privilegios de unos sobre otros haya sido
beneficiosa para toda la ciudadanía española por igual. A ver, serlo lo ha sido
para los movimientos separatistas, que salen beneficiados, porque cada espacio
de poder que conquisten, es un paso más para la consecución de sus objetivos de
constituir un estado-nación independiente; independientemente que hayan
gestionado bien o mal esas competencias y dándoles igual que pueda ser
perjudicial o no para la ciudadanía de esa pretendida nación suya.
Para más INRI, el
sistema de circunscripción provincial electoral tiene el inconveniente de
sobrerepresentar al separatismo en todas sus formas, y la solución que se le
quiere dar a esto, paradójicamente va en la línea de fortalecer esta situación
actual, mediante infrarepresentar a las provincias del interior rural mediante
el apuntalamiento de las provincias urbanas más pobladas, solo para que la
izquierda revolucionaria pro-confederal anti-monárquica y el separatismo saquen
más provecho por su mayor implantación en las provincias urbanas más pobladas. Ciertamente,
que han surgido partidos políticos con el deseo de mayor unidad e igualdad a nivel nacional español, pero en los últimos
tiempos se han demostrado insuficientes para evitar la dependencia de los dos
grandes partidos de los separatismos, ya que las ansias de poder y la necesidad
de pagar favores prestados lleva a los partidos principales a ceder lo que sea
para comprarles a los separatistas el voto o la abstención para alcanzar la
presidencia, y formar un gobierno. En la
transición, se desechó la posibilidad de hacer unas elecciones presidenciales
porque se desconfiaba del pueblo, amén de que había que repartir el pastel con
los partidos de izquierda y los separatistas para asegurarse su apoyo a la
monarquía y la nueva arquitectura política en el nuevo régimen surgido en la Transición. Y esto
nos ha llevado a la situación de ingobernabilidad actual. Además, esa debilidad
del poder central causada por el sectarismo y el egoísmo para monopolizar el
poder cuanto más tiempo mejor, ha llevado a España a un impasse, del que no
sabemos cómo se saldrá por falta de decisión, tacticismo político, y falta
de previsión.
Ese descuido de sus obligaciones por parte del poder central, y el dejarles a los separatistas el control
total de lo que se ha convertido en sus cotos privados, ha llevado a que el
separatismo y su ideología sea el discurso imperante y dominante en territorios
como Cataluña y País Vasco, y además ver como se expanden en Navarra, la Comunidad Valenciana
y las Islas Baleares. No son los únicos territorios, porque vemos cómo el
nacionalismo ha tenido éxito en convertir en dominante su discurso en Galicia y
Canarias, incluso que los partidos constitucionales hayan aceptado esos
supuestos ideológicos también; ayudando a la vez que se consolide semejante
discurso. Y esto no para en esos lugares, ese discurso se empieza a extender a
lugares como Aragón, Andalucía y Asturias. Lo peor de todo, es que en vez de adoptar un
discurso igualitario, racional, sensato, redistributivo, integrador y plural, avanzamos hacia todo lo contrario.
Ahora se ha puesto de moda las palabras ‘’federalismo o
federación’’, obviando que España es un estado federal o al menos funciona en
la práctica como tal con grandes desequilibrios y diferencias entre
territorios, un modelo bastante desperfecto y defectuoso debido a los
desequilibrios creados por la presión política del separatismo; lo cual es un
federalismo que camina hacia la asimetría, la diferencia y por lo tanto a la
consolidación de situaciones de monopolio ideológico y de poder del separatismo
en aquellas autonomías donde gobierna; consentido por un poder central que no
le queda más remedio que ceder al chantaje separatista para mantenerse en el gobierno central. Se quiere, especialmente por parte de los partidos de
izquierda, caminar hacia un modelos más desigual, lo que se llama ‘’federalismo
asimétrico’’, lo cual es un eufemismo para ocultar el modelo al que caminamos
realmente de forma gradual que es el de una confederación de naciones,
volviendo a un modelo del pasado, el del antiguo régimen en la época de los
Austrias. Es decir que cada autonomía se convierta en un estado-nación plenamente soberano y con derecho de autodeterminación;
toda una contradicción y un falseamiento del concepto del federalismo, en el
que hay una separación clara de competencia entre los estados federales y el poder
central, y en el que los estados son iguales en competencias; además hay un
poder central fuerte que tiene el papel de la dirección y el papel mediador;
esto se resume en el lema estadounidense en latín ‘’pluribus unum’’, muchos en uno; porque el federalismo tiene
como objetivo garantizar la unidad y la igualdad dentro de la diversidad; algo
que no quieren los separatistas, porque federación significa unidad, y esto es
algo que los separatistas no quieren de ninguna manera. Por esta razón falsean el significado de la palabra ''federal'' , y la confunden con la palabra ''confederal''.
Nadie parece darse cuenta (respecto al eufemismo ‘’estado
federal asimétrico’’, termino que oculta
la realidad de una confederación de naciones soberanas’’) que éste sería el
final de España como estado-nación, pero también el final de algo que ha
costado construir a lo largo de la historia: el estado español entendido como
conjunto de servicios y de garantías de derechos y protección. Los únicos que
se han dado cuenta de esto son los separatistas, que es lo que quieren, la
atomización de España para conseguir construir su estado-nación y no tener un
vecino fuerte y más o menos grande, que pudiera condicionales o causarles algún
tipo de dependencia económica o política, en el caso que la mayor parte de
España permaneciera unida a pesar de una escisión. Su objetivo final es la disolución de España como ''estado-nación'' y atomizarla en ''microestados-nación''.
Los defensores de este modelo lo venden como una forma de
corregir los fallos del modelo actual y el frenar el separatismo rampante en
Cataluña por el proceso independentista que se da en ese territorio. Ambas aseveraciones son manifiestamente
falsas. Precisamente, una mayor descentralización, y sobretodo en las actuales
condiciones, desembocaría en una mayor disgregación, y aumentaría los
problemas, pues las autonomías se han constituido en una suerte de miniestados
que defienden solo sus intereses, y es difícil que se pongan de acuerdo en
materias diversas, especialmente las económicas. Vaciar de contenido o acabar
con un poder central mediador y reequilibrador solo traería más diferencias,
desigualdades, disfuncionalidades, y más
problemas a la ciudadanía; sólo le sería útil a los separatismos en su camino
hacia la desunión, disgregación, atomización y separación de España. Quien saldría beneficiado a parte de los separatistas, que pretenden volar España en pedazos, sería unas oligarquías políticas regionales (de cualquier ideología), que han convertido a cada autonomía en unos miniestados, que son una especie de cotos privados, donde el dinero cae en un saco con un agujero negro bien grande, y que ningún poder del estado central audita o controla, debido a las limitaciones antes referidas; amén de unas unas bolsas de corrupción escandalosas, que gracias a la prensa han salido a la luz en los últimos años en varias autonomías, por ejemplo y por citar los casos más conocidos recientemente, podemos citar a la Comunidad Valenciana, Madrid, Andalucía, las Islas Baleares o Cataluña. Habría una mayor opacidad, porque uno de los frentes de batalla por parte del separatismo, y de aquellos quienes ostentan el poder autonómico es conseguir el control de la Justicia.
La otra mentira es frenar el separatismo, lo cual no es
cierto, ya que el que se quiere ir, se quiere ir. Los separatismos tienen el
objetivo para el que nacieron impregnar a la sociedad con su ideología para que
sea mayoritaria, y que ésta mayoría conduzca a un proceso de secesión como se
está viendo en Cataluña. Crear un sistema territorial ex profeso para contentar y contener a un separatismo incontenible como pretende la izquierda (también deseosa y
necesitada de un aliado para conquistar el poder), es un acto de ceguera
política, y una chapucería cortoplacista
sin ninguna visión de futuro y con una visión sesgada del conjunto. Es abordar
el problema desde una óptica errónea, porque no puedes construir un sistema que
pretenda contentar a una minoría localizada que se quiere separar, por muy
numerosa que sea en ese lugar, perjudicando a la inmensa mayoría. Es llevar a
España al abismo, en vez de a la luz de la salida del túnel. Es cometer errores
peores de los que se cometieron en la transición, no arreglando esos errores,
sino agrandándolos.